martes, abril 11, 2006

De Jorge Fernandez (Excelsior)

A pesar del coro, resultó que las encuestas difundidas en los últimos días por GEA-ISA, Ulises Beltrán y Arcop (la única pagada por el PAN, a pesar de las mentiras recurrentes que sobre el tema el candidato perredista ha suscrito) eran reales.

O por lo menos lo son las tendencias que ellas marcan: durante marzo, la candidatura de López Obrador cayó en forma importante en los porcentajes electorales, pero, sobre todo, en la percepción del candidat básicamente en los aspectos de tolerancia y en el tema de su capacidad de no generar un conflicto económico, de llegar a la Presidencia.

Fuera de ello, resulta irrelevante discutir si mantiene una ventaja de dos puntos o de cuatro, si está debajo de Felipe Calderón o no.

El tema es que, como habíamos adelantado, todo tiende a indicar que las encuestas se cerrarán a partir de abril y que incluso podrían cruzarse.

Lo importante es que, cuando faltan casi tres meses para las elecciones, nadie puede asegurar que tiene ganados los comicios y, menos aún, que es indestructible.

¿Por qué decimos que los resultados eran reales? Porque los aceptó tácitamente el propio López Obrador cambiando su estrategia y ofreciéndole una “tregua” al presidente Vicente Fox, diciendo que no volverá, por ahora, a “meterse” con él y aceptando entonces que el “cállese, chachalaca”, así como la relación con el presidente venezolano Hugo Chávez (confirmada por éste) lo ha dañado en la percepción de la gente.

Si las encuestas no estuvieran mostrando por lo menos una tendencia real, ¿por qué cambiaría radicalmente de estrategia López Obrador?

Ese es el capítulo más público del retroceso. El otro, que se comenta menos, es el de la incertidumbre económica que generan sus posiciones.

En estos días, López Obrador no sólo atacó al presidente, sino también a un enemigo fácil de golpear: los banqueros. Los amenazó, lo más suave que los llamó fue “parásitos”, rechazó reunirse con ellos “hasta que llegue al gobierno”. Es obvio que el candidato perredista entiende poco de economía.

Durante la reunión con un grupo de empresarios regiomontanos en el Distrito Federal, en la casa de Joaquín Vargas, repitió ese mismo argument les dijo que contra ellos no tenía nada porque eran empresarios “productivos”, que debían trabajar “desde ahora” con él para “atemperar” sus posiciones económicas, pero insistió en que el sector financiero era “parasitario”, que lo pondría “en orden” y reiteró que reabriría el Fobaproa.

Pensar en esta época que el capital industrial y el financiero se mueven en áreas separadas, que los empresarios de esos grupos, todos muy poderosos, no tienen relación con el sector financiero, implica concebir la economía como era en el siglo XIX o en los manuales de marxismo de Marta Harnecker.

Hoy, encontrar diferencias o distancias entre los grandes grupos empresariales y el sector financiero, en el que invierten y con el que trabajan, es por lo menos imposible.

Lo que estaba haciendo Andrés Manuel López Obrador en ese encuentro era, una vez más, la mezcla de la zanahoria y el garrote que ha aplicado con otros sectores.

En otras palabras les dij “Si no quieres problemas en el futuro, me tienes que apoyar desde ahora; contigo no tengo problemas, pero con tus socios del sector financiero tomaré represalias, así que sabes que puedo tomarlas también contigo, si no me apoyas”.

Habrá que ver si esos empresarios aceptan doblar las manos ante la amenaza implícita o mantienen la dignidad y la capacidad de hablar de frente al poder político, cualquiera que sea su origen partidario, que siempre los ha caracterizado.

López Obrador ha aceptado, decíamos, implícitamente, el nuevo entorno electoral y lo ha hecho aprovechando la proximidad de la Semana Santa, como lo hizo con la tregua navideña: baja decibeles para evitar así mostrar la que es su peor cara: la de la dureza y la intolerancia, la cual cada vez que aparece le hace perder votos.

Hacer desaparecer las dudas acerca de su capacidad de manejar la economía será más difícil.